
Mandy y Mitchell
Mitchell tiene necesidades especiales. Es un niño muy considerado que intenta pensar en los demás antes que en sí mismo. Pero es lo bastante mayor para saber que su madre, Mandy, tiene problemas con el dinero. Y a veces se preocupa por si tienen suficiente comida en casa. Mitchell se ha saltado comidas para intentar ahorrar comida para ella.
Mandy es auxiliar de enfermería a tiempo completo. Siempre hay trabajo en la enfermería, pero es un campo incierto. Mandy nunca sabe si los recortes presupuestarios o los despidos acabarán con su trabajo. Y pase lo que pase, tiene que cuidar de Mitchell. Él es la alegría de su vida.
Mandy quiere inculcar a su hijo los valores de la familia y la unión. Pasan la hora de comer hablando de todo. Para ella es esencial que dediquen tiempo a mantener su vínculo. Nada es más importante para ella que asegurarse de que Mitchell crezca bien.
Pero Mandy se preocupa. Le preocupa poder cuidar de Mitchell y mantenerlo. Le preocupa lo que les pueda pasar si la despiden. Ya se habían quedado sin hogar antes, cuando Mitchell tenía 3 años. Y aunque ahora tienen una vivienda segura, Mandy sabe lo incierta que puede ser la vida y lo poco que hace falta para perderlo todo.
"He llegado al punto de tener una lata de comida en mi armario. ...Quería llorar. Me senté allí y abrí el armario y vi esa única lata. Mitchell y yo vivíamos solos. Era cuando yo era madre soltera. Y sólo quería llorar".
La mayor esperanza de Mandy para su hijo es que no pierda su bondad. Quiere que Mitchell tenga una vida más fácil que la suya y que viva en un mundo en el que sus diferencias no le definan. Y espera que siempre recuerde su consejo: "Sé amable, sé dulce, sé cariñoso, sé generoso, porque la gente no es así contigo porque eres diferente, así que sé así con ellos. Enséñales a ser mejores".