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Una chica sonriendo sentada en la cocina

Los sueños de Maya

Maya tiene grandes planes para su futuro. Objetivo número uno: la universidad. En concreto, está buscando una universidad bíblica donde pueda ampliar su historial de voluntariado a una labor misionera en toda regla, al tiempo que pone en práctica su amor por la música de alabanza.  

Objetivo número dos: convertirse en fotógrafa profesional. Tiene la esperanza de que algún día tendrá su propia cámara. "Y un trípode. Un trípode es lo normal", añade. 

A los 12 años, aún está en esa edad en la que los niños tienen y descartan aspiraciones cada semana. Pero Maya se distingue por su concentración. Sus sueños no son sólo sueños: trabaja conscientemente para conseguirlos.  

"Soy una persona que siempre intenta sacar buenas notas", explica. Está sentada con las piernas cruzadas en su cama, con los cuadernos extendidos a su alrededor. "Intento entrar en un buen instituto y luego ir a una buena universidad. Y luego quiero dedicarme a la fotografía profesional". 

Maya tampoco se limita a un lado de la cámara. También le atrae el modelaje, pero está dispuesta a esperar. Al menos hasta que consiga una cámara mejor para hacer fotos.  

Hay un aire de seguridad en sí misma en la forma en que Maya habla de sus planes. No es ni arrogante ni vertiginosa. Es una chica que ve el camino que tiene ante sí y no se deja intimidar por el duro trabajo que le costará recorrerlo. Y si hay dificultades en el camino, Maya no es ajena a ellas.  

La pandemia de COVID fue dura para Maya y su familia, afortunadamente no en términos de enfermedad o muerte, pero sí de trastornos. El mayor problema fue la vivienda. Su madre, Carol, padece múltiples enfermedades crónicas y tiene unos ingresos fijos. A medida que subían los precios de los alquileres, iban de un sitio a otro. Maya hizo todo lo que pudo para seguir el ritmo de los estudios presenciales y virtuales (con éxito, además: terminó el último semestre con matrícula de honor). 

La comida era otro problema. La disposición de Carol a prescindir de ella evitó que Maya pasara demasiada hambre, incluso cuando la familia tenía que elegir entre pagar las facturas o comprar comida. Cuando empezaron a recibir ayuda del socio comunitario de Feed the Children, el Buffalo Dream Center, "fue como si nos abrieran la puerta y nos ayudaran con todo", dice Carol. "Si necesitaba algo, y lo pedía, nunca me lo cuestionaban: leche, o pan, o lo que fuera". 

De hecho, la cama en la que Maya está sentada ahora procede del Dream Center. Dormir bien y comer lo suficiente es crucial para una niña dinámica y en crecimiento como Maya. Sus sueños y su determinación la llevarán lejos, pero podrá llegar aún más lejos gracias a tu ayuda. Tus donaciones a Feed the Children hacen algo más que proporcionar alimentos: proporcionan esperanza a niños como Maya, que se esfuerzan al máximo pero que, por causas ajenas a su voluntad, no tienen acceso a todos los recursos que algunos de nosotros damos por sentados.    

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