
Deslizamiento estival e inseguridad alimentaria
La mayoría de nosotros imaginamos las vacaciones de verano como un tiempo de juego y relajación para los niños. La frase "tobogán de verano" suena como si perteneciera a esa imagen: como un tobogán en un parque infantil o acuático, debería ser algo divertido, ¿verdad?
Pero este deslizamiento no tiene nada de divertido. También llamado "pérdida de aprendizaje en verano", se refiere al deterioro de las habilidades matemáticas, científicas y de escritura que suele producirse cuando los niños están fuera del aula durante meses.
El resbalón veraniego puede afectar a todos los niños, en todos los cursos. Hasta cierto punto, este retroceso es inevitable: al fin y al cabo, ningún niño quiere pasarse las vacaciones haciendo deberes. Pero afecta de forma desproporcionada a los niños que también se enfrentan a la inseguridad alimentaria y no saben cuándo tendrán su próxima comida. He aquí por qué:
1. El coste de la comida en verano puede desbordar todo el presupuesto familiar, sin dejar nada para la educación o el enriquecimiento.
Cuando terminan las vacaciones de verano, los hogares con niños y en situación de inseguridad alimentaria sufren un doble revés económico:
A menudo, los niños dependen de un programa de comidas escolares gratuitas o a precio reducido como principal fuente de nutrición. Cuando termina el curso escolar, también lo hacen estas comidas, y las familias tienen que asumir el coste.
Las familias también deben hacer frente a la necesidad de guarderías adicionales para cubrir las horas en que los niños están en casa durante el día.
Para las familias con mucha comida, lo primero no es un problema. Y para muchos, la solución al segundo es sencilla: apuntar a los niños a campamentos o guarderías, clases de deporte y otras actividades. Uno de los padres puede incluso reducir su horario o trabajar desde casa mientras cuida de los niños.
Pero para una familia que tenía dificultades para costearse la comida durante el curso escolar, el fin de los comedores escolares crea un problema mucho mayor. Los padres que trabajan no pueden permitirse reducir su jornada laboral si quieren cubrir los gastos de alimentación, pero al mismo tiempo, deben reducir su horario para beneficiarse de la opción de guardería más barata (ellos mismos). Este dilema deja a los padres luchadores al límite. Algo habrá que sacrificar.
En tiempos de crisis, los padres pueden optar por dejar de pagar el coche, la factura de la luz o incluso el alquiler. El gasto en alimentos puede reducirse, pero no eliminarse. Una situación económica tan precaria a menudo significa que los niños que viven con inseguridad alimentaria carecen de acceso a actividades que pueden reducir el impacto del síndrome de abstinencia estival: actividades como campamentos de día y programas de aprendizaje estival que enseñan matemáticas, ciencias u otras destrezas en el aula, pero que suelen tener un coste prohibitivo.
2. La inseguridad alimentaria afecta a la capacidad de aprendizaje del niño.
Estudios realizados por investigadores de la educación han demostrado que los niños que carecen de acceso a alimentos regulares y nutritivos no rinden tan bien en la escuela en comparación con los alumnos para los que el hambre nunca es un problema. Esto crea un problema durante todo el año para los niños hambrientos y puede tener repercusiones a largo plazo en su desarrollo.
Cuando llega el verano, los niños que viven con inseguridad alimentaria ya han visto comprometida su educación. A partir de ahí, su caída estival se hace más pronunciada, y puede resultarles aún más difícil retomar el curso donde lo dejaron al volver a empezar las clases en otoño.
3. El hambre puede provocar problemas de salud mental, además de complicaciones físicas.
No tener acceso a una nutrición adecuada repercute físicamente en la capacidad del niño para aprender y desarrollarse, pero las secuelas mentales del hambre pueden ser igual de perjudiciales. Los niños que sufren inseguridad alimentaria muestran mayores niveles de ansiedad y habilidades sociales menos desarrolladas que sus compañeros. Como la inseguridad alimentaria puede empeorar aún más en verano, la salud mental de los niños también. Esta espiral puede aumentar lo "bajo" que les lleva el resbalón veraniego.
Todos los niños merecen acceder a una educación libre de los obstáculos de la inseguridad alimentaria. Aunque no sea posible evitar por completo el síndrome de abstinencia estival, podemos ralentizarlo en el caso de los niños que más ayuda necesitan. Garantizar que los niños tengan acceso a los alimentos que necesitan no sólo reduce los costes mentales y físicos del hambre, sino que puede ayudar a aliviar la carga de los padres con dificultades y mejorar la vida general de las familias durante todo el año.